lunes, 10 de marzo de 2014

ALBERTO CÉSAR SALINAS, por Germán Cáceres

(Buenos Aires, 1.11.1932/27.11.2004)


Diego Aballay y Alberto Salinas (foto gentileza Aballay)


Debutó como historietista el 19.8.1952 en la revista Superhombre con Capiango, un justiciero criollo que usa máscara y que lucha en Salta a principios del siglo XIX contra la ocupación española, pues está a favor de Güemes y sus guerrillas gauchas. Su  verdadera personalidad es la del aristócrata y estanciero Santiago Linares, un melómano refinado que simula simpatizar con los realistas. Los guiones pertenecen a Edgardo Pareto (luego fue reemplazado por Luis Lanús), y el personaje entraña casi un calco del famoso El Zorro, creado en 1919 por Johnston McCulley. El dibujo en blanco y negro participa del estilo ilustración de su padre, José Luis Salinas, el prominente artista de Cisco Kid, en la que Alberto colaboró. Ya en Capiango su plumeado es superlativo y magistrales las aplicaciones de pincel que destacan la figura del héroe, vestido totalmente de negro. Abundan escenas nocturnas de composición impecable y notable calidad plástica –con impactantes siluetas-. El dibujante comienza a exhibir magníficas tomas en picada (que empleará en Dago, su obra cumbre), y el primor estético de su línea. Su representación de caballos asombra, sobre todo cuando está galopando el Moro. El guión de Pareto no abusa de los textos, pero expone los pensamientos y planes del protagonista, que no deja de emitir comentarios humorísticos acerca de sus hazañas. Salinas la dibujó hasta 1953, cuando fue reemplazado por su primo, Carlos Vogt, otro grande. Toni Torres comentó que “si bien no deja de ser una copia de Don Diego de La Vega (El Zorro), nuestro personaje se nos hace bastante argentino, rodeado de gauchos y tomando mate”.   
Capiango, en revista Superhombre, 1953. 

Antes Salinas había trabajado en publicidad (realizó una tira llamada Las aventuras de Odolito). En 1953 empieza a colaborar con la editorial Columba (crea Safari argentino, con guión propio) y con Fleetway Publications, de Gran Bretaña. Para Europa gestó la historieta Kit Carson, que fue reproducida luego en revistas argentinas. En 1961 dibujó para la editorial italiana Eurostudio las historietas de molde histórico Spartaco, La batalla de Lepanto, La silla de Malta y Rurik el vikingo. Entre 1966 y 1969 dibuja Thierry la Fronde, una adaptación de una serie televisiva francesa. En los años setenta grafica Moira la esclava de Roma, publicada por la revista portuguesa Jurnal de Cuto, y para la editorial Record (Argentina) con textos de Alfredo Julio Grassi, El continente negro, Hombres de la Legión, Los voortrekkers y Los vikingos.
Página de Safari Argentino, en Pif Paf

Siempre en blanco y negro,  Los vikingos exterioriza un salto impresionante en el estilo de Alberto Salinas: mayor seguridad en el trazo, nivel de composición audaz y ritmo arrollador en las luchas cuerpo a cuerpo y en los movimientos de los personajes. Recurre a la línea curva para diseñar los cuadritos y muchos de éstos se ensamblan entre sí. Las indumentarias y armas de los vikingos están plasmadas con un soberbio despliegue gráfico. Hay un plano general de una flota de naves frente a Constantinopla de extrema belleza. El guión de Grassi se adapta con solvencia a los códigos del relato de aventuras, que incluye un inevitable romance entre Eric, el vikingo, y Odyle, la hija de su enemigo. En algunas páginas de acción y dramatismo de Hombres de la Legión, Salinas elimina los marcos de las viñetas. Como siempre, su gráfica se exhibe meticulosa y refinada en los detalles. Acude a una amplia gama de manchas y rayas para representar el ropaje y el entorno de los personajes. La escritura de Grassi propone una visión amarga de la Legión Extranjera: “pensó en la dorada leyenda y en la sucia realidad que entreveía”.

Página de Rurik el vikingo, en El Tony

A partir del 23 de junio de 1981 comienza a dibujar Dago en Nippur Mágnum Todo Color Nº 1, con textos de Robin Wood, que llegó a salir hasta el 2000, en que aparecen los últimos ejemplares de la Editorial Columba, y cuyo cierre definitivo se produce el año siguiente. Dago fue un suceso internacional ya que la editorial Eura la publicó en Italia, y su éxito perdura hasta la actualidad, con el arte de Carlos Gómez, que acompaña con suma maestría a Wood. Éste también formó equipo con Alberto Salinas en Drácula –una derivación (spin off) de Dago-, Chaco, Los Borgia y La hermandad filibustera (que se conoce, además, como Morgan el pirata).

Página de Dago

La historia de Dago se inicia en el siglo XVI en la República de Venecia, que estaba en guerra con los turcos, y narra la venganza de César Renzi, el único sobreviviente de una aristocrática familia que fue brutalmente asesinada porque descubrió el complot que tramaban varios miembros de la nobleza con el Sultán del Imperio Otomano. A César Renzi lo apuñalan con una daga y lo arrojan a los canales de la ciudad, pero lo rescata un grupo de piratas y lo convierte en esclavo. A partir de allí, se transforma en Dago debido al arma con que fue herido, y se lanza a intensas aventuras tanto dentro del ámbito islámico como del europeo, y llega a codearse con el rey Francisco I de Francia. (Notable el trabajo que concretó Ariel Avilez reseñando el argumento de esta serie).

Publicidad de Dago, ilustrada por Salinas.

Dago es un prodigio de narración aventurera. Robin Wood siempre alardeó de su condición de infatigable lector. Por lógica debe haber abrevado en los grandes clásicos del género, como Alejandro Dumas, Emilio Salgari, Rafael Sabatini, la Baronesa de Orczy, Julio Verne, Karl May, Gustavo Aimard, Maine Reid, Zane Grey, James Fenimore Cooper, Jack London, Rider Haggard y la lista sería interminable. Por supuesto, que deben añadirse las versiones cinematográficas de las obras de estos escritores. Algunas de estas influencias determinan que el relato contenga un clima de exotismo, varios elementos folletinescos y un giro romántico, como en el capítulo donde una hermosa joven se desfigura el rostro por amor.

Página de Drácula

Tal vez una clave significativa se encuentre en Salgari, dado que varias de sus novelas versan sobre el ansia de reparación que experimenta un héroe por el asesinato de un familiar y el patológico amor que siente hacia la bella hija de su mortal enemigo (Honorata de Wan Guld en el Corsario Negro, y Mariana en Sandokán). Pero el modelo por antonomasia lo aporta, sin duda, El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, en el que Edmundo Dantes, adoptando el nombre del citado conde, materializa una fanática venganza contra quienes lo encarcelaron injustamente. Además, a lo largo de la saga de Dago suele haber odios irreparables entre padres e hijos que sólo concluyen con la muerte cruel de uno de ellos. Dago piensa como un escéptico, pese a no despreciar ningún  placer terrenal ni los romances con mujeres, pero su anhelo de represalia es ilimitado: “Tú no crees en nada ni en nadie ¿eh, Dago? En las venas, en lugar de sangre, tienes veneno”, le espeta un jenízaro.

Página de Dago

De allí que en los textos explicativos y en los diálogos de Dago impera una prosa literaria (“El mar azul se cierra sobre la patética isla humana que se disuelve en sangre y nieve…”/ “Y los marinos evocaron en las inmensas tormentas y el blanco vuelo de las gaviotas la visión de un rostro de mujer en algún muelle lejano…”/ “La noche fue helada y lenta y se arrastró con una larga viscosidad de serpiente…”). Por ello se disparan reflexiones sobre la condición humana: un personaje abyecto no duda en proclamar que “No me hables de justicia, renegado. Soy un hombre adulto y sé que la justicia es un caballo de muchas monturas”. En cada capítulo aparece una nueva figura que suele contar su peculiar historia, cuyo desenlace ocurre al final, de modo que aquél funciona como si fuera autoconclusivo. Y a muchos tipos queribles les llega la muerte, de manera que ésta se arroga el derecho de constituirse en una protagonista adicional.


Alberto Salinas demuestra que el cuerpo humano carece de secretos para su oficio. El físico musculoso de Dago evoca las mejores expresiones del clasicismo grecorromano, y resplandece majestuoso con el atuendo que le vale el título de “El jenízaro negro”. Su cara es angulosa, de rasgos marcados y cejas espesas que acentúan su firmeza de carácter. La línea se torna primorosa al referir la vestimenta de los personajes, o sea los diversos uniformes, las lujuriosas prendas que lucen las cautivas del harén y los atavíos de los visires, y revela una ardua labor de documentación de su parte. Los escenarios son superlativos, se trate de ciudades, palacios o humildes viviendas. Con la representación de bellas mujeres alcanza la exquisitez, y pese a los ornatos de su grafismo, no duda en mostrar cabezas decapitadas clavadas en picotas. Los desfiladeros y las montañas rocosas lo exhiben como un virtuoso y su planificación es insuperable.

Página de Dago

Tanto Alberto Salinas como Robin Wood han captado con inteligencia el montaje de los textos y viñetas de los episodios para que cierren con inusual unidad. Y ambos utilizan sólo las onomatopeyas y líneas cinéticas necesarias, sin abusar de ellas.
El último trabajo de Salinas fue Los signos oscuros, con guión de Ricardo Ferrari, y los años finales de su vida los dedicó a la pintura. En 1997 recibió el premio Yellow Kid, que terminó de consagrarlo como uno de los más sobresalientes dibujantes de este arte.


Germán Cáceres


Bibliografía

-Avilez, Ariel, “Dago”, en http://robinwoodcomics.org.
-Cáceres, Germán, La aventura en América. La palabra mágica, Buenos Aires, 1999.
-Gociol, Judith, y Rosemberg, Diego, La historieta argentina/Una historia. Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2000.
-http://comic-historietas.blogspot.com.ar: “Alberto Salinas. Una del ´Oeste´”.
-http://es.wilkipedia.org: “Alberto Salinas”.
-http://rebroteorganizandoeventos.blogspot.com.ar: “Pequeña biografía de grandes historietistas: Alberto Salinas”
-https://luisalberto941.wordpress.com.: “TOP-COMICS/ Thierry la Fronde por Alberto Salinas”.
-http://universalmedios.com.ar: “Alberto César Salinas”.
-Martinez, Carlos R., “Salinas, Alberto”, en http://milpluminesargentinos.wordpress.com.
-Telloli, Paolo, “Alberto Salinas”, en http://www.jorgevila.com.ar.

-Torres, Toni, “Capiango, el tigre de la quebrada”, en la publicación homónima, Buenos Aires, 2010.

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