domingo, 26 de febrero de 2017

Entrevista: Andrés Accorsi, por Germán Cáceres

Nació en Buenos Aires en 1968. Es Licenciado en Ciencia Política pero se desempeña en el ámbito de la historieta desde 1987.
Dirigió fanzines, revistas y convenciones; brindó charlas y seminarios en congresos y en universidades de la Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, Bolivia, Perú, México, España, Portugal y EE.UU.
En 1994 fundó la revista Comiqueando; trabajó en las publicaciones Skorpio, El Tajo, Cóctel y Comic Magazine; también en el diario Clarín, la radio Rock & Pop y en el canal de televisión TV Sports; fue curador del Espacio Historieta del Centro Cultural Recoleta; colaboró en Fierro, Puertitas, Comicology, The International Journal of Comic Art y Dentro de la Viñeta.
Fue traductor oficial de la DC Comics entre 1990 y 1995; organizó numerosos proyectos editoriales, y entre 1997 y 2006 se desempeñó como Coordinador Académico de la Escuela Argentina de Historieta, donde dictó cursos, talleres y seminarios.
Actualmente dirige el sitio web Comiqueando Online, escribe el blog 365 Comics por Año, realiza videos para YouTube y trabaja en la organización de eventos culturales, entre los que se destacan la Jornada de Historieta de la Universidad de Palermo y el festival internacional de historieta Comicópolis.

Andrés Accorsi. Foto: Sebastián de Caro


Germán Cáceres: Andrés, llama la atención tu versación, los cuantiosos conocimientos que tenés acerca de las historietas: fechas, títulos, dibujantes, guionistas, revistas, editoriales. ¿Vos dormís?
Andrés Accorsi: Duermo bastante, unas nueve horas por día.

G. C.: ¿Y cómo podés hacer tanto?
A. A.: Porque aprovecho el tiempo. No me enganchan el cine ni la televisión y tampoco los video juegos. Todo ese espacio lo aprovecho leyendo historietas y un poco de literatura, y escribiendo. Además, me apasiona la calle. También viajo. Nunca bajo películas ni series.

G.C.: ¿Qué raro que no te enganche el cine: narra en imágenes, como la historieta?
A.A.: En el cine no puedo controlar el tiempo: si un director enfoca a un personaje tomando un café durante veinticinco minutos, no tengo más remedio que aguantarme. En cambio, si una novela o una historieta se ponen pesadas me puedo pasar velozmente las páginas hasta encontrar algo interesante. Me resulta ridículo que en una película me cuenten en dos horas y media un argumento que podrían haberlo volcado en cuarenta y cinco minutos.



G.C.: ¿Entonces algo parecido te pasará con el teatro?
A.A.: No creo en el teatro como un soporte válido para la ficción. No me permite suspender la incredulidad que debe posibilitar toda narrativa. No me satisface la convención compartida por todos de que en la sala estamos en Buenos Aires 2016 y enfrente, en el escenario, en Inglaterra en el siglo XV: para mí siempre estamos todos, actores y público, en el mismo lugar. No creo que estén en distintos planos de la realidad, y para mí eso resulta insostenible. Terminé de convencerme asistiendo a funciones de stand-up, que no posee ficción. Un cómico se pone a hablar de vivencias que ha tenido y eso me fascina porque es real. Por supuesto que mi posición es sumamente personal.

G.C.: Yo tengo la impresión –que es bastante compartida– que la historieta está pasando un momento difícil y se ha vuelto minoritaria, es decir, se ha achicado su mercado. Vos en una entrevista de La Tinta dijiste que estaba pasando por una época de oro. ¿Afirmás esto porque circula en las redes sociales y en festivales, o por la calidad?
A.A.: Principalmente por la calidad: se está produciendo mejores obras que en ninguna otra época de la historieta. Acordate además que antes para detectar buenas historietas nuestros radares estaban puestos en siete u ocho países. Hoy te puede aparecer una obra maravillosa en Malasia, en Perú, en Uruguay, en Polonia, en Portugal, en China, en Noruega. Hay un acceso inmediato a todo un mapa del mundo a través de la tecnología y la circulación de material en las redes sociales, más allá de la potencia económica de los distintos mercados: hay tres o cuatro fuertes y en el resto el autor se esfuerza por subsistir lo mejor que puede.

Comiqueando 1


 G.C.: ¿Hay un historietista actual de la talla de Milton Caniff o de Alex Raymond?
A.A.: Yo creo que sí, incluso que han sido ampliamente superados. Por supuesto que mucho de lo que se está haciendo se debe a creadores como Caniff, Raymond, Hogarth, Herriman. Nadie le va a discutir la chapa a los grandes maestros. Pero las historietas que se hacen hoy son mucho más atractivas y tienen mayor potencial para ser releídas en el futuro. Creo que podrán seguir gustando dentro de cuarenta años y a un público más diversificado. Por ejemplo, a Raymond hace veinticinco años que no se lo lee porque  una chica de dieciséis años, no digo de Kenia, sino simplemente de la Argentina, no se puede identificar con la estética de Flash Gordon. En cambio, ahora hay historietas que por nivel de dibujo no tienen nada que envidiarle a Raymond pero pueden apasionar a esa chica.

G.C.: Sucede que cada lectura tiene su fecha, como decía Ernst Fischer. No es posible leer Don Quijote si uno no se pone en onda y se ubica en el siglo que se lo escribió. Si logra hacerlo, va a encontrarse con una de las obras más bellas de la historia de la Literatura.
A.A.: Entiendo que hoy la forma de concebir la historieta es más amplia y existen autores conectándose con otra sensibilidad. En cambio, la historieta que dio cátedra en los años treinta estaba dirigida a un lector varón blanco de quince a treinta años, y de allí no salía. Y el mundo es más vasto y se necesita captar más gente que se apasione por la historieta


G.C.: ¿Podés citar a algunos de esos historietistas actuales?
A.A.: Perfecto. Las canadienses Jillian y Mariko Tamaki, Jiro Taniguchi, Jorge Pérez Ruibal, Shaun Tan, David Rubin, y hay muchos más.

Jillian y Mariko Tamaki


Jorge Pérez Ruibal

Jiro Taniguchi


Shaun Tan


G.C.: Dentro de esa lista de maestros clásicos que mencionaste, ¿incluís a Hugo Pratt?
A.A.: Hugo Pratt tuvo un punto de vista más moderno que sus maestros. Hoy puede ser leído por un adolescente. Fue el primer posmoderno antes de que existiera esta palabra. Le bajó un cambio a la epopeya y la combinó con una cierta mirada de cinismo o de ironía. En medio de una guerra terrible le interesaba más contar una historia humana, en la cual había margen para que el amor no fuera tan amor, el bueno no fuese tan bueno ni el malo tan malo. Relativizó la epopeya.


G.C.: ¿Por cuál estética de la historieta te inclinás? ¿Por la de superhéroes?
A.A.: No tengo una formación por género ni por país. Siempre leí todo tipo de historietas. En ese sentido soy un lector omnívoro.

G.C.: Creo haberte escuchado decir que leías cuatrocientas revistas por mes. ¿Era así?
A.A.: Entiendo que sí. Repito que soy un omnívoro. Ahora leo unos veinticinco libros de historieta por mes. Nunca me casé con ningún género. Si bien me interesaron los superhéroes, es porque en ese entonces no se escribía sobre ellos.

G.C.: ¿Quiere decir que no estás ceñido a ninguna estética?
A.A.: Exacto, es cuestión de analizar cada tendencia, encontrar sus valores y abandonar los prejuicios.
Te advierto que a mí me atrae más el guión que el dibujo. Una historieta con buen guión tiene ya ganado el 75% de la seducción. Y si cumple esta condición cualquier tema me atrapa.

G.C.: ¿Vos escribiste guiones?
A.A.: Poquitos y no por placer, sino por urgencias o pedido de alguien a quien no podía decirle que no.
G.C.: ¿Entonces no te interesa?
A.A.: No es lo que me surge naturalmente. Si escribí seis guiones es mucho. Sí me encanta cuando un autor me trae una novela gráfica y me pide mi opinión: allí me meto de lleno. Entonces le sugiero y propongo ciertos cambios. O sea, me motiva más trabajar sobre ideas de otros que sobre las mías. El único guión propio que me satisfizo lo escribí junto con mi hermano: tuvimos la herejía de reescribir en doce páginas nada menos que a Oesterheld porque en el origen de Nekrodamus había inconsistencias y contradicciones. Se ve que Oesterheld andaba con poco tiempo y escribía los capítulos sin leer los anteriores. A Horacio Lalia le gustó y lo dibujó.

Sección a cargo de Accorsi, en revista Skorpio, 1991.


G.C.: ¿Qué me podés decir de tus preferencias literarias?
A.A.: Más que nada leo a autores que estén vivos y que escriban en castellano, en una proporción de 75% de argentinos y 25% de españoles. Y algún otro país de Latinoamérica. Sintonizo sobre todo con escritores como Rodrigo Fresán, Juan Sasturain, Sergio Bizzio, Guillermo Martínez, Leonardo Oyola, Fabián Casas. 

G.C.: ¿No te interesan las traducciones?
A.A.: Fui traductor durante muchos años y me consta cómo trabajan las editoriales respecto a las traducciones. Es un tarea mal paga, se hace en poco tiempo, y muchas veces se prioriza lo barato sobre la calidad, y así se traiciona el original.

G.C.: ¿Cómo surgió en vos esa pasión tan intensa hacia la historieta?
A.A.: Mi viejo tenía un catálogo de la Bienal Mundial de la Historieta del Di Tella de 1968. Era abrir ese libro maravilloso en el cual las ochenta o cien páginas mostraban un panorama internacional. Luego me impactó la Historia de los comics de Toutain, que dirigió Javier Coma. Ambos libros me detonaron la cabeza. En los años ochenta no circulaba información, por eso fue tan importante la aparición de tu ensayo Charlando con Superman. ¿En qué año salió?

G.C.: En 1988.
A.A.: Había intelectuales prestigiosos que trataban sobre Popeye y Mafalda, justamente sobre todo lo que yo amo. Y entonces me convertí en un difusor de la historieta. Algo que también me sacudió fue la “Lectura de Steve Canyon” que hizo Umberto Eco en Apocalípticos e Integrados.

G.C.: Con tanta producción periodística, ¿nunca se te ocurrió publicar un libro?
A.A.: No me interesa. Yo en realidad tengo dos libros, pero no escribí ninguno, sino que me lo publicaron con la promesa de pagarme. Fueron los primeros 365 cómics por año, de  2011, y se editaron en dos tomos. El tema de publicar libros no me llama la atención. No me convencen los compromisos a largo plazo, sino que aprecio la inmediatez de los artículos y comentarios que se leen rápidamente, en los momentos libres. Por eso me encanta el dinamismo de un blog, en el que intervienen también los lectores y cuyas respuestas son rápidas. Es más ágil. Me han dicho que recopile las entrevistas que hice a gigantes de la historieta. Y me niego: ¿sabés por qué? Porque son viejas. Están clavadas en otras épocas y esos mismos autores se superaron a sí mismos y algunos de ellos murieron.

Comiqueando versión años 90

G.C.: Me enteré de que rechazás el celular ¿Qué raro siendo tan entusiasta de las redes sociales?
A.A.: Lo rechazo porque me parece nocivo, invasivo y adictivo.

G.C.: De las historietas que tradujiste para DC Comics, ¿cuál te dio mayor satisfacción?
A.A.: La que más me interesó, la que hubiese incluso pagado por hacer, fue The Killing Joke, de Alan Moore y Brian Bolland. Otra con la cual me divertí fue Liga de la Justicia, de Keith Giffen y J.M. De Matteis.
Pero la que fue más leída y que más recuerda la gente es La muerte de Superman, de Dan Jurgens, Roger Stern, Louise Simonson, Jerry Ordway y Karl Kesel, un boom editorial de 1993.

G.C.: Nombrame algún historietista argentino de tu predilección.
A.A.: El viejo Breccia fue el mejor dibujante de toda la historia.

G.C.: ¿De la historia mundial?
A.A.: Sí, de la mundial. Lo único que le faltó fue escribir sus propios guiones. Realmente era un genio; un narrador perfecto.

G.C: ¿Y de los nuevos?
A.A.: Muchos: Lucas Varela, Sáenz Valiente, Diego Parés, Liniers, Jok, Salvador Sanz, Renzo Podestá… Como guionista Diego Agrimbau me parece un capo a nivel mundial.

G.C.: ¿Te interesan las artes plásticas?
A.A.: Cuando no me narran nada me cuesta un poco más. La imagen por sí sola, si no tiene un contexto narrativo, me llama un poco menos. Pero hay muchísimos pintores que admiro.



G.C.: La pintura es una narración congelada –como podría haber llegado a decir Goethe–. Hemingway declaró que había aprendido a escribir en el Louvre porque los cuadros resumen toda una serie de hechos y acciones, como por ejemplo en la pintura de una batalla. Por eso describía con pocas palabras toda una escena.
A.A.: Estoy de acuerdo con la belleza y la perfección de numerosos cuadros, pero más me llama la atención la música.

G.C.: ¿Qué tipo de música?
A.A.: El rock y el pop de los ochenta de cualquier país.

G.C.: ¿Y la música clásica o académica?
A.A.: La escucho y me agrada, pero no me apasiona.

G.C.: Supongo que debes contar con varios proyectos de viajes, festivales y convenciones.
A.A.: El año que viene cumplo treinta años de trabajo profesional sobre las historietas y he decidido festejarlo concurriendo a eventos. Quiero hacer uno propio y depende de que se realice Comicópolis, porque si se hace me voy a integrar a la organización y no es sano ni ético estar realizando dos eventos al mismo tiempo. Después es probable que empiece un blog sobre música de los ochenta.

Accorsi, en foto de Daniel Mordzinky


G.C.: ¿De los ochenta qué grupo te gusta más?
A.A.: Hay muchos. Casi todo tiene que ver con la revolución de la New Wave de fines de los setenta. ¿Conocés la New Wave?

G.C.: La única que conozco es la que surgió en la ciencia ficción de los años sesenta hasta los setenta de la mano de la revista británica New Words, con autores de la talla de Brian W. Aldiss, J.G. Ballard, John Brunner y el propio director, Michael Moorcock. Pero esto no tiene nada que ver con la música que vos citás.
A.A.: Es la corriente principal del post punk y la que más ramificaciones tiene y que se vincula con el rock gótico y el dark. Y su banda emblemática es The Police y, luego, Sting como solista. Aquí, en la Argentina los músicos absorbieron estas influencias y las emplearon todas a la vez.

G.C.: Es un proyecto muy importante y seguramente te brindará tantas satisfacciones como Comiqueando Online y 365 Comics por Año.
A.A.: Otro proyecto confirmado es que en 2017 vamos a organizar con la Universidad de Palermo el festejo del Día de la Historieta.

Nota para la revista Cóctel, principios de los años 90.


G.C.: ¡Buenísimo! ¿Qué hacés para Youtube?
A.A.: Hago videos sobre historietas, en los que hablo directamente a la cámara mostrando libros y a veces originales de dibujantes. Duran unos seis minutos.

Y siguiendo con los proyectos continuaré leyendo, escribiendo y viajando para asistir a festivales. Y tratando de encontrar  nuevos valores, sobre todo de descubrir a autoras, a mujeres que hacen historietas.