miércoles, 19 de agosto de 2015

JORGE PÉREZ DEL CASTILLO, por Germán Cáceres

“Influenciado por las nuevas corrientes del arte moderno comienza en él una búsqueda de su estilo. De esa lucha, de ese deseo de definir una personalidad surge un dibujo simple, síntesis de una forma idealizada por el artista que se define como tal”.
Nota de la revista Dibujantes, citada por Carlos R. Martinez.





Nació en Chillán, Chile (1923), y falleció en Buenos Aires (1997): ver https://luisalberto941.wordpress.com/tag y http://ergocomics.cl.
De formación autodidacta, fue un eximio dibujante, poseedor de una expresión muy personal.  Como su hermano Arturo (un brillante exponente del noveno arte: Randall, the Killer, El Cobra, Loco Sexton figuran entre sus mayores logros), se radicó en la Argentina y obtuvo a través de la Editorial Dante Quinterno un éxito extraordinario: Conjuración en Venecia, con guión de Leonardo Wadel, cuyo dibujo respira un sólido aire clásico de ribetes humorísticos a la manera de Al Capp y de Roy Crane. El guionista lo bautizó como “El chilenito de la mágica pluma”. Es una historieta de capa y espada que se desarrolla en el Renacimiento y protagoniza el aventurero francés Paul de Bernis, en la cual Pérez del Castillo luce su capacidad de síntesis. El dibujante se desvinculó de la editorial y el personaje volvió a aparecer con textos del mismo Wadel en Paul de Bernis contra Fuegomuerte, con gráfica de Enrich D`oc (seudónimo de Luis Enrich Font).


La estrecha relación que había entablado con el famoso ilustrador chileno Raúl Manteola (responsable de las tapas de la revista Para Ti durante más de veinte años), posibilitó que lo presentara a la Editorial Columba.
Y comienza una extensa colaboración en las adaptaciones de novelas para la revista Intervalo en sus distintos formatos. La esencia y la simplificación constituyen el corazón de su estilo. Aplicando el negro pleno como si fuera una mancha preanuncia al mismo Pratt, como lo afirma José Muñoz, un incondicional admirador de su obra.


En Las campanas, de Charles Dickens (Intervalo, 1946), su figuración se revela simpática y funcional.
En Un relato, de Mark Twain (Intervalo, 1950), dibujó rostros de mujeres hermosas, dignas de Alex Raymond (José Muñoz hacía mención a “Las chicas de Pérez del Castillo: qué elegancia, qué presencia en su fragilidad”), y aunque la adaptación está recargada de textos, el artista fue capaz de hacer valer su trabajo mediante trazos rápidos y simples, propios de un bosquejo.
Fantasio, de Alfredo de Musset (Álbum de Intervalo, 1953) exhibe también un sesgo jovial.


Las páginas de El anticuario chino, de María Alicia Domínguez (Intervalo, 1957), están saturadas de textos, pero al historietista le es suficiente un pequeño cuadrito para mostrar el primer plano del rostro de una bella mujer fatal y solo unas líneas para sugerir su hermoso cuerpo.
En Una vida por otra, de Daphne du Maurier (Álbum de Intervalo, 1958), vuelve a probar su talento para registrar escenas en espacios limitados y con escasas líneas. A veces, hasta se permite sugerir filigranas con las hojas de una planta de un bosque. 


Su grafismo se adapta al clima de la narración, y entonces se torna rústico, por ejemplo Nazareno Cruz, de Juan Carlos Chiappe (Intervalo, 1958).
Realizó la tapa del Nº 883 (1962) con un tema de La raíz en la piedra, de Carlos Schaefer Gallo. Dos grisados (de un peñasco y de la blusa de una chica que lleva una canasta), tres manchas negras y una zona blanca con líneas y puntos le bastaron para forjar la imagen de esa portada.
Después  yo partiré, de Francina Siquier (Álbum de Intervalo, 1963), llega a una estilización tal que las viñetas parecen contener bocetos de pintores vanguardistas.


En La jaula del amor, basada en la película de 1964 de René Clement (Álbum de Intervalo, 1965), asombra por el empleo de las pinceladas. Además, cambia constantemente de enfoques y de planos, como si se tratara del storyboard del filme.
Viajó a Chile n 1969, donde permaneció durante catorce años. Allí dibujó con un aire “naif” la historieta Aliro Godoy (1974), adaptó La Araucaria, de Alonso de Ercilla, para la Editorial Salo (1978), y en la revista Mapato ilustró las novelas de otros grandes escritores, como La máquina del tiempo, de H.G. Wells.


En El derviche, que publicó en Tit-Bits (1991) -y cuyas primeras páginas rotuló-, exhibe soltura y economía para describir con pocas líneas un barco que navega. 
A su regreso a la Argentina, junto con su hermano Arturo gestaron las biografías de Pancho Villa y de Emiliano Zapata, y crearon un personaje apache llamado Takoma.
Elaboró innumerables adaptaciones de grandes obras de la literatura universal, sobre todo del siglo XIX y principios del XX (Las panteras de Argelia, de Emilio Salgari; Magia Negra, de Mary Stewart; Ruy Blas, de Víctor Hugo;  La taza de té, cuento popular japonés). Sin embargo, pudo dedicarse a la pintura en los momentos de descanso. Lamentablemente se perdieron todos sus cuadros.


Germán Cáceres


Bibliografía

-García, Mauricio, “Jorge Pérez del Castillo: El chilenito de la mágica pluma”: http://ergocomics.cl.
-Gociol, Judith, y Rosemberg, Diego, La historieta argentina/Una historia. Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2000.
-http://chiquirritipis.blogspot.com.ar:”Jorge Pérez del Castillos y Mark Twain”.
-Lipszyc, Enrique, El dibujo a través del temperamento de 150 famosos artistas. Escuela Norteamericana de Arte, Buenos Aires, 1953.
-Martinez, Carlos R, “En síntesis, una gran artista: Jorge Pérez del Castillo”: https://luisalberto941.wordpress.com/tag.
-Szymancyk, Oscar, Historia de las historietas en Argentina. Editorial Dunken, Buenos Aires, 2014.
-Trillo, Carlos y Saccomanno, Guillermo, Historia de la historieta argentina. Ediciones Record, Buenos Aires, 1980.